Fecha Publicación: 14-10-2024
La globalización se asemeja al periodo de entreguerras. Entonces, la Sociedad de Naciones puso a prueba la eficacia de sus herramientas para lidiar con las consecuencias generadas en Europa por las sanciones establecidas en el Tratado de Versalles en contra de Alemania. En esa época se daba por hecho que el bienestar de los triunfadores de la Primera Guerra Mundial, era la base más sólida para el progreso de los demás pueblos. En sintonía con tesis de Hegel, Spencer y Darwin, entre otros, se construyeron narrativas para reafirmar la razón moral de los primeros, en detrimento de los segundos. Esa fue, probablemente, la presunción que marcó el principio del fin de la Sociedad de Naciones, cuya pretensión utópica de erigirse como entidad supranacional efectiva, se diluyó ante la insalvable dificultad de armonizar intereses nacionales competitivos con la pobreza y el colonialismo en áreas periféricas. La historia es clara. En el Viejo Continente el poder militar se impuso y desplazó al Derecho Internacional, entre otras razones por su idealismo y por la incapacidad de la comunidad de naciones para hacerlo cumplir, siguiendo la polémica máxima de que lo justo es bueno (ex aqueo et bono).
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