Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales

Última actualización:
2024-12-25 08:41

OLIMPIADAS EN PARÍS

Fecha Publicación: 05-08-2024

Orgullosa anfitriona de los Juegos de la XXXIII Olimpiada, la Ciudad Luz está vestida de gala. El mundo sigue atento la evolución de esta cita deportiva, que ofrece respiro (¿distracción?) a un entorno global de peligrosos desencuentros en los que bien cabría la tregua olímpica. El espíritu de los Juegos ha sido estimulado por una ceremonia inaugural inédita, que tuvo como marco al Río Sena, donde se desarrolló un asombroso espectáculo, por cierto no exento de la polémica que es inherente a la libertad, debida al performance de la Última Cena de Leonardo Da Vinci.

Pierre de Fredy, barón de Coubertin, padre del olimpismo moderno, apostó por la convivencia pacífica y la solidaridad entre los pueblos a través del deporte, concebido éste como medio para el desarrollo armónico de la humanidad y la creación de un mundo mejor. Con ese ánimo, se diseñaron los aros olímpicos, que representan a los cinco continentes entrelazados y cuyos colores están contenidos, al menos en una ocasión, en todas las banderas nacionales. Este simbolismo está bien resumido en su lema: Citius, Altius, Fortius, el cual invita a que la actividad deportiva, al igual que la conducta de las personas, vaya “más lejos, más alto y más fuerte”. Así se explica la especie de que lo importante no es ganar, sino participar, idea originaria del movimiento olímpico, en la que no cabía el deporte profesional porque se asumía que el dinero pervierte lo que toca.

Cierto; cuando se vincula el deporte al mercado, se exigen a los atletas el triunfo y nuevas marcas olímpicas y mundiales. Visto así, en su definición sociológica, el deporte transmuta a la materialización abstracta del rendimiento corporal. Este tema, de ángulos éticos, se discutió durante la Guerra Fría. En ese período se afirmaba que los países socialistas apoyaban con todo a sus deportistas, en una suerte de profesionalismo que se traducía en muchas medallas para ese bloque de naciones y en desventaja para otros de la periferia, cuya prioridad nacional no podía ser el alto rendimiento deportivo. Hoy este escollo estaría resuelto al permitirse la participación en las olimpiadas de competidores profesionales, que injustamente contienden con los denominados amateurs. A manera de ejemplo ahí están, entre otras disciplinas, el tenis y el ciclismo, cuyos patrocinadores organizan circuitos mundiales durante gran parte del año y pagan mucho dinero a sus atletas. Con fines similares opera la oferta de ciudadanía de países desarrollados a deportistas del Sur Global, para que compitan con su bandera en los Juegos.

El deporte profesional y las tecnologías que se le asocian, han torcido al olimpismo, que ahora es nicho para empresas que lucran con todo tipo de productos. Esta realidad vulnera el espíritu de la Carta Olímpica, que en su Preámbulo señala que el olimpismo “es una filosofía de vida, que exalta y combina en un conjunto armónico las cualidades del cuerpo, la voluntad y el espíritu”. Según fuentes públicas 10,500 deportistas de 206 delegaciones olímpicas, participan en los Juegos de París. De estas, 69 nunca han ganado una presea, en buena medida por las razones antes citadas. Tales cifras confirman que los Juegos se han alejado de su origen. Indican también que, en beneficio del deporte, hay que recuperar el significado profundo del olimpismo, que naturalmente se asocia con la virtud, los Derechos Humanos y la paz.

Participación en Siempre!