Fecha Publicación: 30-07-2024
Después de seis años, cabe preguntarnos qué tan buen presidente fue aquel en quien
millones de mexicanos pusieron su esperanza de cambio. ¿Fue realmente una
presidencia excepcional, merecedora del triunfo electoral de 2024? ¿O fue un término
caótico, maquillado por un artista de las percepciones? O, finalmente, ¿fue una
presidencia timorata, como tantas otras más?
Si el lema de campaña de López Obrador fue “por el bien de todos, primero los
pobres”, en una medida importante, cumplió. Como menciona el economista Gerardo
Esquivel, la pobreza multidimensional en México pasó de 51.9 millones al inicio del
sexenio a 46.8 millones en 2022. Eso significa que el número de pobres disminuyó en
alrededor de 106 mil por mes, cifra nada despreciable. Como comenta Esquivel, eso
contrasta con lo sucedido de 2006 a 2018: los pobres pasaron de 46.5 a 61.8 millones
o, precisamente, poco más de 106 mil más pobres, por mes, por doce años. Eso sí, con
López Obrador la pobreza extrema aumentó en 400 mil mexicanos. Ciertamente, hay
buenas noticias en este tema, trascendental para el país. Hubo asimismo estabilidad
macroeconómica. Y, sin embargo, las buenas noticias parecen terminar ahí.
Es difícil organizar el caos lópezobradorista. No obstante, los desmanes se podrían
agrupar en dos grandes temáticas: Estado y democracia. En el primero, el presidente
demostró una importante falta de vocación de Estado. Primero, porque hubo un
saqueo considerable de cuadros burocráticos, en un país con un Estado débil.
Segundo, porque hubo un debilitamiento y eliminación de innumerables instituciones
públicas. Tercero, porque se aumentó la recaudación en solo 1.6% del PIB, en un país
que poco recauda y, por ende, no puede cumplir sus funciones. Cuarto, porque
aumentaron las desapariciones, los homicidios y las extorsiones, sin hablar de la
violencia electoral, incrementándose el control de los cárteles. Y quinto, porque la
vastedad de los contratos públicos se entregó discrecionalmente, no se combatió la
corrupción, y hubo cuantiosas regresiones en energía, salud, educación, medio
ambiente y relaciones exteriores. El manejo de la pandemia fue criminal. Más de 2.5
millones de mexicanos intentaron cruzar a Estados Unidos.
Pero el sexenio lópezobradorista también termina con un régimen político al cual a
duras penas se le puede llamar democrático. Desde el asalto a los contrapesos
informales –medios, empresarios, organizaciones de la sociedad civil– hasta a los
contrapesos formales –Poder Judicial y organismos autónomos–, el pluralismo político
ha quedado seriamente debilitado. De prosperar la trampa de la
sobrerrepresentación, el asedio al Poder Judicial será exitoso, acabando con nuestro
régimen democrático.
López Obrador concluye su sexenio con menos pobreza, más pobreza extrema, un
Estado debilitado y una democracia híbrida. Con más de 2.5 millones de mexicanos
que intentaron cruzar a Estados Unidos. Y con políticas que combatieron la pobreza
fueron finalmente insostenibles. Por eso, el siguiente gobierno heredará una bomba
de tiempo fiscal.
fnge1@hotmail.com @FernandoNGE