Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales

Última actualización:
2024-09-07 13:23

AGENDA DE VALORES COMUNES

Fecha Publicación: 22-07-2024

Con excepción de la relativa seguridad que generó el monopolio de las armas nucleares por parte de Estados Unidos entre 1945 y 1949, el mundo nunca ha sido un lugar predecible y el estado de cosas a nivel internacional se ha sostenido con alfileres. Así lo confirma la historia. Según se recuerda, a partir de los años cincuenta del siglo pasado y como resultado de la tensión creada por la delimitación de zonas de influencia y la carrera armamentista, la precaria paz se concibió como una perversa y constante preparación para la guerra. En esas circunstancias, el enfrentamiento entre las superpotencias del viejo orden bipolar hizo de la humanidad rehén de ambiciones hegemónicas y de modelos de desarrollo económico y político ideologizados y mutuamente excluyentes.

En tan peligroso contexto y ante sucesivas crisis propiciadas por el “equilibrio del terror”, la ONU operó como válvula de escape para los países menos favorecidos (dixit derecho al pataleo) y su tarea pacifista se fue erosionando progresivamente.

 

Las grandes negociaciones a favor del desarme efectivo ocurrieron entonces en teatros bilaterales como SALT y START y nunca en Nueva York o Ginebra, como era de esperar. En todo caso, fue en los órganos deliberativos y en las comisiones especializadas de la ONU, donde la comunidad de naciones contribuyó de manera importante a la aprobación de normas jurídicas para limitar el armamentismo, si bien con resultados precarios. Hoy, en un contexto que no es del todo disímbolo al de la Guerra Fría, la misma ONU sigue sin poder asegurar una cohesión global creíble y la paz duradera. En esta tesitura y con afán de auto legitimación, se esfuerza para impulsar los temas del desarrollo y la codificación progresiva del Derecho Internacional. A las buenas voluntades, la Organización opone sus carencias estructurales y de herramientas, las cuales no le permiten atender los retos de hoy y abonan a su creciente insolvencia.

El derecho de veto de los cinco representantes permanentes del Consejo de Seguridad, es una pesada rémora que congela a ese órgano y le impide abordar situaciones que ponen en vilo la paz universal. Por si no bastara, la pobreza, la desigualdad y el cambio climático, entre otros problemas, acentúan desencuentros y confirman que, en el Sur Global, son escasas las oportunidades de progreso y bienestar. En la búsqueda de respuestas a estas realidades y tras el ostensible fracaso de tres décadas sucesivas dedicadas a la cooperación para el desarrollo, la ONU aspira a recuperar el tema y a impulsarlo con visión actualizada a través de la denominada Agenda 2030. Aunque meritoria, esa tarea prioritaria se acomete desde una plataforma endeble, que parece ignorar el desacuerdo político que aqueja a la organización universal por el cuestionamiento a los valores liberales que le dieron origen y a una arquitectura institucional que ya no corresponde al verdadero equilibrio del poder.

Para un discurso que no llegó a pronunciar, Franklin D. Roosevelt escribió que el único límite para la realización del mañana, son las dudas de nuestro presente. Tenía razón, en la posguerra fría, los costos del continuismo y, peor aún, de la inacción, pueden ser elevados. Es tiempo de dejar atrás remiendos y prácticas que convalidan el desorden vigente. La urgente reforma de la ONU debe ir más allá de narrativas y requiere una agenda consistente con los intereses del Sur Global; una agenda de valores comunes y con visión de largo plazo, que dote de contenido concreto a la fórmula que vincula al desarrollo con la paz sostenible.

Texto publicado en la Revista Siempre!