Fecha Publicación: 08-07-2024
En los primeros minutos del 25 de octubre el huracán Otis de categoría 5 se posicionó en la bahía de Acapulco con vientos máximos sostenidos de 270 kilómetros por hora. La furia de la naturaleza no tenía comparativo; se trataba del ciclón más potente en tocar tierra en el Pacífico con esa categoría y con esa intensidad en los vientos. La catástrofe superaba con mucho al huracán Paulina que azotó el puerto en 1997.
Otis provocó 52 víctimas mortales, 30 desaparecidos, 50 mil viviendas destruidas, daños al 80% de la infraestructura hotelera y pérdidas estimadas en 12 mil millones de dólares de acuerdo con el Centro de Investigación sobre Epidemiología de los Desastres con sede en Bruselas. La devastación del entorno natural del puerto fue tan profunda que las consecuencias se perciben hoy en día.
El Centro Nacional de Huracanes (CNH) de los Estados Unidos difundió en abril un reporte técnico detallado sobre la evolución del meteoro y los 13 avisos emitidos antes y durante su impacto, que se intensificó rápidamente de tormenta tropical a huracán de categoría 5 en tan solo 15 horas. Resulta evidente que ni Acapulco ni ninguna otra ciudad costera del país estaban preparadas para enfrentar un fenómeno natural de tal magnitud, pero la experiencia resulta útil para mejorar los protocolos que salvaguarden vidas y bienes.
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