Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales

Última actualización:
2024-09-07 13:23

POLÍTICA EXTERIOR PRAGMÁTICA

Fecha Publicación: 08-07-2024

En el mundo de hoy, la política exterior de los estados tiende a ser pragmática porque debe atender realidades incontestables, entre otras nuevos acomodos geopolíticos y desafíos inéditos a la paz, retos de competencia tecnológica y complejas redes de intercambio económico y comercial que acentúan interdependencias selectivas. En el marco del Derecho Internacional y del sistema liberal y sus valores, esta política, siempre soberana, tiene la tarea de facilitar el diálogo con un mundo abierto, que no exento de riesgos, ofrece oportunidades para la complementación y el desarrollo. Se trata, en suma, de una herramienta que permite al Estado identificar espacios de oportunidad para avanzar sus intereses en un ecosistema global debilitado y jerarquizado; un ecosistema de suyo inestable porque carece de los patrones de continuidad que son necesarios para el despliegue de diplomacias previsibles, como ocurría en los tiempos de la Guerra Fría.

Las relaciones internacionales no son anárquicas, pero sí de contornos azarosos y arriesgados. Así son por definición porque no constituyen una comunidad política plenamente integrada, ya que cada Estado decide unilateralmente la forma en que conduce sus vínculos con otros estados y no necesariamente con lo que se postula como conducta válida para todos. En esta tesitura, la viabilidad de fortalecer el orden político global es precaria porque el sistema multilateral responde cada vez menos a los criterios sociopolíticos que le dieron origen en 1945. A los formuladores de política exterior, este entorno los pone en una situación complicada, que oscila entre los polos de la aceptación acrítica de la política del poder (y sus consecuencias) y la presunción ética de que los estados se autolimitan en beneficio del bienestar colectivo.

Desde esta óptica, la política exterior pragmática es aquella que el Estado define con criterio propio, sin importar que se aparte de los consensos que regulan la convivencia mundial. Su única guía es la observancia del interés nacional del país que la despliega y no el alarde de que debe contribuir al bienestar de todos los pueblos y a una democracia internacional inexistente. Esta última reflexión confirma que la extrapolación de la política interna de cada país hacia el exterior no siempre va en sintonía con el provecho general de terceros estados, entre otras razones porque existen serios cuestionamientos a las motivaciones diplomáticas de quienes se autocalifican como paladines del interés universal.

La política exterior pragmática se basa en hechos, entre los que destaca que la comunidad política unificada a la que aspira la ONU está venida a menos por el desorden causado por los propios estados al defender su idea particular del interés nacional, definido o no en términos de poder. Ese pragmatismo es la respuesta natural a una teoría global de la justicia, hasta hoy pobremente desarrollada, que asume, erróneamente, que los estados que se dicen paladines del mundo libre apoyan las causas de los más necesitados y que aquellos que enarbolan banderas justicieras son capaces de garantizar un régimen político interno de democracia y libertad. En ambos casos, frecuentemente ocurre lo contrario. No extraña que así sea porque estas contradicciones son propias de la naturaleza humana y de un sistema internacional disfuncional que no ha podido moderar para el bien de todos.

El autor es internacionalista y Doctor en Ciencias Políticas.

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