Publication Date: 21-06-2024
Toda visita del presidente ruso, Vladimir Putin, debe ser vista como una mezcla entre lo transaccional y lo simbólico. Su más reciente viaje a Corea del Norte esta semana no es la excepción. La recepción organizada por el líder Kim Jong-un, parecida a momentos como sacada de un capítulo de Black Mirror, reveló lo que tienen por ganar cada una de las partes, así como algunas pistas de las intenciones subyacentes del encuentro.
En este sentido, la dimensión simbólica tiene varias aristas. Por un lado, se intenta enviar un mensaje poderoso de que ni Rusia ni Corea del Norte están tan aislados como a las potencias occidentales les gustaría. Al contrario, están dispuestos a desafiar el orden global establecido y demostrar que existen alternativas a la hegemonía occidental. Este acto de desafío se enmarca en una suerte de branding ideológico, con ambos países presentándose como baluartes de resistencia frente a la presión occidental. Así mismo, Putin nunca desperdicia la oportunidad de recuperar los reflectores, en este caso, los redirige hacia su figura tras la reciente reunión del G7 y la Cumbre por la paz en Ucrania.
Por su parte, quizás la dimensión transaccional es la más evidente, pues lo acordado apunta, como sospechado, a un intercambio estratégico de amplio alcance. Para Rusia, este intercambio es vital en su esfuerzo por mantener la ofensiva militar en Ucrania, la cual se ha alimentado de artillería y municiones norcoreanas. Pyongyang, por su parte, obtiene un apoyo crucial que mitiga en parte su aislamiento internacional, proporciona un alivio económico y alimentario, y le permite continuar el desarrollo de armas a través de tecnología militar proporcionada por Rusia.
El punto más significativo es el Tratado de Asociación Estratégica Integral firmado durante la visita de Putin, el cual estipula que se asistirán mutuamente en el caso de un ataque. Hasta ahora no se ha especificado cuál sería el tipo de asistencia, lo que añade un elemento de incertidumbre. Sin embargo, es inevitable pensar que el lenguaje utilizado evoca al artículo 5 de defensa mutua de la OTAN. Aún queda por ver si esto implica, como una fase previa a una potencial respuesta, ejercicios militares conjuntos, colaboración en el desarrollo de programas nucleares o si habrá un despliegue de fuerzas en áreas estratégicas.
La visita de Putin se produce en un momento de creciente tensión en la península coreana, particularmente con el traspaso de la línea fronteriza por parte de militares norcoreanos y el envío de globos con desechos y basura hacia el sur. Los recientes ejercicios militares conjuntos entre Estados Unidos, Corea del Sur y Japón han sido interpretados por Rusia y Corea del Norte como hostiles y confrontativos. En este escenario, el encuentro no sólo encendió las alarmas en Estados Unidos, sino que China también lo observa con atención.
Aunque es un aliado cercano tanto de Rusia como de Corea del Norte, China está centrada en las prioridades globales en las que ha avanzado mediante el acercamiento a América Latina, Europa y África. La apuesta de Beijing es posicionarse como un actor de liderazgo global, por lo que probablemente buscará evitar verse asociado tan de cerca con actores o conflictos regionales que puedan afectar sus intereses.
La visita de Vladimir Putin a Corea del Norte trasciende a un evento diplomático más, ya que la firma de dicho tratado es una declaración estratégica con implicaciones globales. El fortalecimiento de esta alianza, forjada en la necesidad mutua y la resistencia compartida, podría redefinir las dinámicas geopolíticas y de seguridad en una región ya de por sí volátil. En un escenario donde cada movimiento cuenta, habrá que ver la solidez y los réditos de, en palabras de Kim Jong-un, esta relación “invencible”.
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