Publication Date: 10-06-2024
En estos días se han publicado una serie de ensayos de interpretación sobre la votación del 2 de junio. Más allá de ironías, reclamos públicos y falsos intereses, todos los que participamos votando, opinando o debatiendo estamos interesados en el mismo partido de futbol, espectáculo taurino o circo, como lo quiera nombrar el lector. Hay algo que une a López Obrador con Marko Cortés, o a Alito con Mario Delgado, a Marcelo Ebrard con Samuel García, o incluso a El Fisgón con Paco Calderón y es que todos están interesados en participar en el sistema electoral. Se pueden ningunear, detestar o alucinar a los contrarios, pero todos contribuyen a legitimar el juego de la poliarquía.
Tenemos más o menos claro lo que pensó el 28% que votó por Xóchitl Gálvez, una combinación de factores que incluye viejas identidades ideológicas, un temor a la concentración de poder y al uso discrecional de las instituciones. Además, el gobierno ha apostado por desmovilizar asimétricamente a muchos grupos al reclutar a sus liderazgos e inducir sumisión táctica de organismos de la sociedad que tienen algún resquemor por la concentración del poder en la institución presidencial y amenazar con someter a la Corte.
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