Fecha Publicación: 11-12-2023
No basta con ser “políticamente inteligente”. La política no sólo se trata de lógica sino de emociones. Hay todo tipo de prejuicios, inseguridades y desacuerdos. Algunos políticos, que se creen astutos, piensan que el enemigo es aquél que quiere el puesto que tú tienes y aquél que tiene el puesto que tú quieres.
Sin inteligencia emocional no hay astucia política que valga. Se requiere una capacidad inusual de ser consciente, controlar y expresar las propias emociones, y manejar las relaciones interpersonales de forma juiciosa y empática.
Tampoco basta con la destreza técnica de un gobernante. Siempre es necesaria la inteligencia emocional como una palanca estratégica, un catalizador para una gobernanza eficaz y un puente que genera confianza con los ciudadanos. La inteligencia emocional permite a los líderes navegar por sus propias emociones, descifrar las emociones de los demás y emplear este conocimiento para informar eficazmente sus acciones.
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