Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales

Última actualización:
2024-04-27 03:41

DIPLOMACIA Y LITERATURA: OBRAS PARALELAS

Fecha Publicación: 24-10-2023

Teoría. Las convergencias entre diplomacia y literatura se fincan en el uso del lenguaje. La esencia de la diplomacia se da en el diálogo y la negociación. En estos tiempos difíciles en el ámbito internacional, las voces más sensatas llaman al diálogo para encontrar vías de entendimiento a fin de resolver controversias, evitar conflictos comerciales, respetar y proteger los derechos humanos, abrir expectativas para la paz sobre bases negociadas a través del diálogo y nunca a través de la coerción o la imposición de una sola de las partes. La posibilidad de entendimiento de los negociadores procede en parte de su habilidad para argumentar y entender los puntos fuertes y débiles de la contraparte. Las técnicas de la argumentación en la filosofía occidental tienen profundas raíces en los clásicos griegos y latinos: Aristóteles, Cicerón y varios más.[1]

No menos importante es un autor de lengua española: Baltasar Gracián, en especial su libro El discreto. En la práctica diplomática, además de las negociaciones bilaterales y multilaterales que transcurren de viva voz entre los participantes, también existen formatos bien establecidos para redactar documentos diplomáticos: informes políticos -a veces confidenciales-, notas verbales, tratados, convenciones, comunicados a los medios. En un comunicado de prensa, por ejemplo, son tan importantes la claridad como la ambigüedad o la total omisión de algún punto irresuelto, pues como dice el proverbio chino: una vez dichas las palabras ni el caballo más veloz las alcanza. La literatura también puede tener sus formatos establecidos en especial en el caso de la poesía: el soneto, el haikú, etc., si bien las formas narrativas tienden a explorar nuevas fórmulas para regocijo de la crítica especializada, con extremos notables como la novela Finnegans Wake de James Joyce o las obras de Jon Foss, Premio Nobel de Literatura 2023. Aquí conviene resaltar que en modo alguno los diplomáticos de carrera están obligados a escribir literatura, pero sí están obligados a escribir mucho y bien como parte fundamental de sus tareas.[2]

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