Fecha Publicación: 05-05-2023

Cuando terminó la Guerra Fría, privó la convicción de que las armas nucleares ya no desempeñarían un papel importante en la nueva coyuntura internacional. Las principales preocupaciones que captaban la atención de la opinión pública se debían a otro tipo de problemas: las luchas interétnicas que se desataron, entre otros lugares, en Yugoslavia; los casos de violaciones masivas de derechos humanos, como en Ruanda, o la crisis de los llamados Estados fallidos, cuyo mejor ejemplo era Somalia. Poco tenía que ver con semejantes problemas el poder disuasivo de los arsenales nucleares acumulados durante la Guerra Fría sobre todo por Estados Unidos y la Unión Soviética.

La situación cambió con los atentados terroristas del 11-s. El contexto se modificó y se volvió tema prioritario la lucha contra el terrorismo internacional, entre cuyas manifestaciones más inquietantes aparecía la posibilidad del terrorismo nuclear. Este problema se hizo visible cuando Mohamed el Baradei, entonces Director del Organismo Internacional de Energía Atómica, declaró que los tres fenómenos que habían alterado drásticamente el panorama de la seguridad internacional eran el surgimiento de un mercado negro nuclear, el deseo de más países de adquirir tecnología y materiales para la producción de armas nucleares y la intención de grupos terroristas de conseguir esas armas.

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