Fecha Publicación: 18-04-2023
La vívida y moderna urbe de Ciudad del Cabo, en Sudáfrica –que tuve la oportunidad de visitar recientemente– es también una reliquia del apartheid. Los gobiernos que capitanearon el país de 1948 hasta 1994 enfilaron resolutivamente el bauprés hacia una agenda política de disociación racial, anclando firmemente la desigualdad racial en el paisaje urbano. Influenciados, en parte, por una interpretación desfigurada de las teorías modernistas promovidas por el arquitecto suizo Le Corbusier –quien defendía un enfoque clínico y quirúrgico para la planificación urbana y el diseño de las ciudades– el gobierno sudafricano realizó incisiones profundas en los centros urbanos. Así, las ciudades se vieron fragmentadas en órganos aislados de desunión racial. Los núcleos urbanos, descompuestos con precisión quirúrgica, dislocaron parcelas enteras de la población de las ciudades. Hoy en día, Ciudad del Cabo continúa siendo la urbe más segregada del país.
La segregación racial y étnica fue la política de facto en Sudáfrica desde 1850. Sin embargo, la elección del Partido Nacional (Herenigde Nasionale Party) en 1948, y la subsecuente adopción de la ideología del apartheid –que significa “separación" en lengua afrikáans– enguijarraron la escisión en el tejido urbano. A partir de la Ley de Agrupación por Áreas, promulgada en 1950, miles de personas fueron desalojadas de sus hogares: poblaciones urbanas enteras fueron dislocadas, víctimas de la limpieza étnica. La técnica quirúrgica de “separación” también se extendió a los territorios colonizados al noroeste de Sudáfrica, en la actual Namibia.
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