Fecha Publicación: 25-10-2021
Se lee en las páginas de la Fundación de la UNAM, la historia de cómo nació el “Goya”. Fue de la convivencia popular, de la hermandad, de la fraternidad, del orgullo a sentirse “pertenecido” a la UNAM. Un ¡Goya!, ¡Goya¡ ¡cachún, cachún! ¡ra, ra! truena en el estadio de futbol cuando juegan los Pumas, al igual que se escucha en algún auditorio donde son premiados los esfuerzos de los alumnos cuando se titulan, pero también, cuando son reconocidos los académicos por los años de enseñanza. También lo escuchamos el 15 de mayo, a través de las aulas virtuales, cuando el director de la Facultad Derecho, Raúl Contreras, recordó a los más de 30 maestros y maestras que se han ido de este mundo, víctimas de la pandemia (vivirán en nuestro corazón, pero también, en la mente de los alumnos que tuvieron la fortuna de escucharlos). Disertante, el mundo de la UNAM, pues no podría ser de otra forma al haber libertad de pensamiento, ha sido agraviado por las palabras del hombre solitario de las conferencias matutinas, el Presidente de la República.
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